Resumen
Hablar de arqueología en los espacios de frontera no significa otra cosa que proceder al análisis social del territorio con metodología arqueológica, lo que implica analizar tanto la conversión del «espacio» en «territorio» como las causas y formas de tal proceso histórico, generado por la relación dialéctica que la interacción antrópica produce sobre el mismo. Todo territorio tiene unos límites, ecológicos o culturales. El proceso de territorialización, consecuencia de la sedentarización y explotación social del necesario espacio de subsistencia, más pronto o más tarde, con mayor o menor formalización, culmina con la delimitación del mismo, necesaria para garantizar la producción y reproducción social. Los límites culturales son multiformes y cambiantes, porque responden a la dinámica de las fuerzas centrífugas que las formaciones sociales experimentan con su desarrollo. A esos se les llama «frontera». Esta voz, enmascarada en su concepción liberal-burguesa, parece ofrecer un solo significado, relacionado con el nacimiento de los estados nacionales. Sin embargo, la relación entre la categoría histórica y su referente semántico es histórica, es decir, tiene su historia, pues la voz no siempre ha significado lo mismo. Como historiadores, nuestra labor es, en primer lugar, reconocer la diacronía semántica de la misma y, también, sacarla del estrecho diccionario jurídico-institucional abriéndolo al antropológico, geopolítico o sociológico para hacerla comprensible en perspectiva histórica. La acción social sobre esos espacios de frontera –más que líneas o bordes, visión en exceso simple e históricamente no siempre fiel a la realidad– ha dejado huella, o mejor dicho, huellas, de distinto tipo en virtud de las necesidades sociales de cada momento y, no menos importante, de los medios disponibles para hacerlas frente; además, por lo general, estas huellas son acumulativas. Como arqueólogos, fundamentamos nuestro método hermenéutico en dos cosas: la existencia de restos materiales y la secuencia estratigrafíca de los mismos. Pero sin olvidar que epistemológicamente conocemos lo inexistente e irrepetible –el pasado– a través del método analógico y comparativo, basado en modelos. Por eso este trabajo propone, con cierto tono crítico y una visión materialista, partir del análisis de las evidencias empíricas para construir nuestro relato historiográfico, única forma de evitar elucubraciones, anacronismos, distorsiones históricas, mitos o simple creación literaria, seguramente muy emotiva y emocionante pero desde luego muy lejos de la historia conocimiento.